12 mayo 2016

Los días 11 y 12 de mayo de 1931 tuvieron lugar en Málaga y el resto de España las quemas de iglesias y conventos. La gravedad de estos hechos no sólo se debe a la intolerancia y odio hacia la religión católica por parte de la izquierda sino también, a las pérdidas sufridas en el patrimonio cultural y artístico que supusieron estos actos vandálicos.

Aquella II república que se presentaba como un símbolo de libertad no lo sería tanto. Dieron vía libre a todos los radicalismos posibles y desde los estamentos de gobierno actuaron con total impasividad ante todas las tropelías que se fueron suceciendo.

Iglesia de la Merced días después de la quema. (Fuente: nosoloalameda)


Málaga fue la ciudad española más afectada durante estos trágicos sucesos. Gran parte de nuestro patrimonio religioso, artístico, cultural e histórico fue destruido para siempre. Tuvimos que lamentar no sólo la destrucción o semidestrucción de edificios, sino las pérdidas de archivos históricos inapreciables, piezas de orfebrería, bordados, imágenes devocionales, antiquísimas pinturas, bibliotecas.

La sinrazón estalló pasada la media tarde del 11 de mayo y continuó durante toda la madrugada y el día siguiente. En la lista de edificios saqueados y/o incendiados figuran el Convento del Servicio Doméstico, el Convento de la Asunción, la Iglesia del Sagrado Corazón, el Palacio Episcopal, la Iglesia de la Merced, el Convento y colegio de San Agustín, el convento del Arcángel San Miguel, la Iglesia de Santo Domingo, el Convento de las Mercedarias, el Convento de las Capuchinas, la Iglesia de San Pedro, el Convento de las Adoratrices, la Iglesia del Carmen, el Asilo de San Manuel, la Iglesia de San pablo, la Ermita de Zamarrilla, la Iglesia de San Patricio, el Convento de las Carmelitas, la Iglesia de Santiago, la Iglesia de San Juan, la Iglesia de San José y la de los Santos Mártires, el Convento de las Catalinas, la Iglesia de San Felipe, la Iglesia de San Lázaro o el Convento de la Esperanza y las Reparadoras.

Esta tétrica escena la relataba así un periodista subido en su coche por la carretera de Colmenar: “El panorama que desde allí presenciamos no se borrará fácilmente de nuestra retina. Era verdaderamente aterrador, dantesco, producía escalofríos en el cuerpo y una intensa amargura en el espíritu. La ciudad estaba silenciosa y tétrica. El cielo veíase rojo, negras columnas de humo hacia él ascendían. Era el resplandor de las tremendas hogueras, que desde diversos sitios de la capital, elevaban hacia el infinito sus llamas intensas”.

Desde Málaga 1487 queremos recordar esta fecha, como una de las más tristes y vergonzosas de nuestra historia. Sobre todo ahora que determinadas fuerzas políticas de izquierda radical pretenden resucitar el guerracivilismo y su odio al catolicismo, que no olvidemos, es la religión mayoritaria practicada en España y uno de los pilares de nuestras cultura e identidad como nación.
Si quieren “memoria histórica” que no sólo sea por parte de uno de los bandos, el vencido en la Guerra Civil. Hay que recordar la responsabilidad de los antecesores de la actual izquierda en estos hechos execrables que evidencian su salvajismo, odio e intolerancia, que deseamos no vuelvan a repetirse y caer en los errores del pasado.