12 octubre 2015


Amanece un día más, los rayos de luz ya no alumbran lo que debieran, quizás porque no existe tiempo para ser contemplados, quizás el pueblo perdió esa intuición por lo bello, o se la han robado a base de esclavitud disfrazada de libertad.

Nuestro mar, con su tímido oleaje que invita a la perdición temporal, ya no es sentido. O no quieren que así sea. El viento, omnipresente, avisa o quiere ser avisado, pues ya nadie lo percibe, ni quiere ser acariciado. Lluvia, aquel respiro de vida que arraiga en la tierra que  hoy es quemada, cementada, destruida busca ser escuchada. La noche ya no es custodia ni reflexión, sino descontrol. A su vez, los amigos de Félix que tanto añoran su ida, presienten que ya no son vitales para el ser.

¿Qué momento queda para regocijarse, en silencio, de nuestra tierra?

Amanece, y es el día de nuestra milenaria nación. Unos quizás no lo sepan, otros aprovecharán para hacer campaña, algunos exaltaran su ira a base de falacias y los de más allá pretenden hacernos comprender que son diferentes al resto.

Televisiones a pleno rendimiento retransmitiendo desfiles de uniformados, cuya institución es respetada por su historia y no por la función que hoy desempeña, jugando a ser héroes o intentando parecerse a sus antecesores. Vendidos a leyes y marionetas de las altas esferas, sin honor. Artificial, como todo en el día de hoy.

Pero no todo está escrito en un guión esta mañana, hay luz en la oscuridad en la que nos encontramos. En este territorio durmiente, aún existen personas que entienden que la Patria no tiene día concreto ni se ensalza en actos meramente simbólicos.

El sistema, irrebatible culpable de la erradicación de toda mística humana, terrenal, espiritual y principal precursor del olvido de nuestra historia, no ha podido hacer desaparecer lo que nuestra sangre hirviente hace brotar. Ese sentimiento de pertenencia a un lugar concreto, aquella satisfacción que invade tu alma al sentarte en el pico de una montaña y observar todo lo que te rodea. Una bocanada de aire fresco para todo aquello que hoy está enterrado en cenizas, pero nunca muerto.

No hay política que haga desaparecer lo que nuestro corazón siente, ni mucho menos lo que la razón dicta.

Porque patria es el pobre que es olvidado por quienes gobiernan y a su vez es ayudado por el pueblo sin fin lucrativo ni ayuda estatal, patria es el que trabaja día y noche para sacar a su familia adelante, patria es el que recita poesía para enamorar y aquella que con ello se enamora, patria es lo tradicional, las costumbres y nuestros valores, patria es defender lo añejo y no sacrificarlo por lo nuevo, patria no es un voto, ni mucho menos una ley.

Entendemos pues que, a día de hoy, la Hispanidad debería de ser el culmen de una lucha cotidiana por la defensa en diferentes ámbitos de la misma. Lo artificial nace para imitar a lo natural, lo verdadero, lo que escasea.

Nacimos para morir, qué mejor que desaparecer de la vida abrazados a un ideal superior, caminar por el sendero de tantos patriotas ilustres, a su vez olvidados. Como lo seremos nosotros.

Como dijo León Degrelle: ¡Qué importa sufrir si hemos vivido en nuestra vida algunas horas inmortales!

"No hay mortales yugos que puedan anular el magno espíritu de nuestro reino.".

¡Gloria a España!

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